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Por: Joseph Garzozi Buchdid.-
“En la naturaleza no hay recompensas o castigos: hay consecuencias”.
“El que antes de su muerte ha plantado un árbol, no ha vivido inútilmente”.
“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”.
Esta es una reflexión y un angustioso llamado a la humanidad para que tomemos conciencia y actuemos con carácter de urgencia todos los habitantes del planeta, ante la gravísima situación de nuestro hogar común, la Tierra.
Por: Joseph Garzozi Buchdid.-
"Un minuto que pasa es irrecuperable. Conociendo esto, ¿cómo podemos malgastar tantas horas?"
"Podéis pedírmelo todo, excepción hecha de mi tiempo"
“Tener tiempo es la posesión del bien más preciado por quien aspira a grandes cosas”
Todos los seres humanos, sin importar edad, raza, género, nacionalidad y cualquier parámetro de medición o clasificación, reciben por igual un tiempo para vivir. Por lo tanto, las horas de nuestras vidas son uno de los patrimonios más valiosos que recibimos al nacer y el uso y el valor que le demos, puede determinar no solo nuestra felicidad, también nuestro éxito en cualquier campo, nuestra salud y un largo etc.
Muchas veces el tiempo que perdemos, no depende de nosotros, sino de una variedad de hechos y circunstancias. Así, si vivimos en un país desarrollado donde los transportes públicos y las vías de comunicación eficientes, nos permiten ahorrar tiempo en nuestras movilizaciones diarias, que a su vez nos ayuda a contar con tiempo para estudios, distracciones, deportes, arte y cultura y principalmente relaciones humanas y familiares, nuestras vidas serán más gratificantes y productivas en beneficio de todos y de nuestras ciudades y países.
Por ello perder el tiempo en esperas inútiles en oficinas públicas, hospitales, estaciones, paradas de transportes públicos y otras entidades, por sus ineficiencias, no solo nos roban tiempo de nuestras vidas, también incrementan nuestra tensión, generándonos el conocido estrés y con ello las diferentes enfermedades relacionadas a dichas situaciones.
Por: Joseph Garzozi Buchdid.-
Nadie en nuestro planeta es ajeno al incremento de los desastres naturales en todos los países y continentes.
Su incremento, fuerza y frecuencia, es como un grito desesperado de la Tierra para decirnos ¡basta! Me están matando y con ello lo están haciendo con todos los seres vivos, para terminar suicidándose los humanos.
La Organización Mundial de la Salud, OMS, nos da las siguientes cifras: “2.100 millones de personas carecen de agua potable en el hogar y más del doble no disponen de saneamiento seguro.” Como resultado, 361.000 niños menores de 5 años mueren cada año a causa de la diarrea.
Los objetivos para mejorar y cambiar estas cifras en mejores resultados serán, según mi criterio, muy difíciles de lograr. Pues por un lado contaminamos más nuestras fuentes de agua con todos los desechos y químicos que generamos, y luego pretendemos purificar esas aguas contaminadas con mayores recursos económicos y menores resultados ante la creciente población. Es un círculo vicioso.
Con los gritos desesperados del planeta (desastres naturales) que no atendemos ni entendemos, la situación irá a peor. Ciudades destruidas y sus plantas potabilizadoras, sus centrales eléctricas, sus líneas de distribución en todos los campos, al igual que las de comunicación destruidas y afectadas, sumadas a los países afectados por conflictos armados, guerras, crisis económicas y sanitarias, proyectan un desalentador futuro.