“Lo mismo que un rio: el hombre es cambio y permanencia”.  Alexis Carrel.

Vivimos en un mundo con un continuo y acelerado cambio en todos los campos. Me voy a referir no a los cambios tecnológicos, sino al contradictorio cambio del accionar político en nuestras sociedades.

En el mundo occidental y en los países que aspiran a vivir en democracia se han producido continuos cambios en beneficio de los ciudadanos: sus libertades, derechos, individualidades, diferencias, etc., de manera que todos los ciudadanos estén considerados y respetados en sus condiciones: hombres, mujeres, niños, homosexuales, pobres, ricos, blancos, negros, amarillos, cristianos, musulmanes, budistas, etc., etc.

Pero la preocupación que motiva esta reflexión es que, bajo las declaraciones políticas de igualdad, libertad y fraternidad que venimos experimentando desde la revolución francesa, los resultados son contradictorios y preocupantes.

Tenemos gobiernos y países que proclaman ser democráticos y respetan esos valores, cuando en realidad son dictaduras que controlan todos los poderes, donde los cambios son en reversa, pues no hay justicia, no hay libertad de expresión, hay una galopante corrupción, hay una nueva clase de millonarios que son los que supuestamente se declaran defensores de los pobres. Se dicen de izquierda pero se mueven a la derecha buscando enriquecerse a cualquier precio, dominan con el miedo, el continuo y cansino lavado de cerebros, discursos demagógicos y atropellos de todo tipo hasta contra la naturaleza, que proclaman defender.

Las mujeres, los niños, los homosexuales y los creyentes de diferentes religiones y diferentes razas tienen en todos los países asi mismo diferentes tratamientos.

Lo grave es que en los países donde se avanza en el sentido positivo y acelerado de los cambios democráticos, en otros sólo los discursos van en esa dirección, pero sus acciones van en sentido contrario.

Los grandes cambios tecnológicos los utilizan para espiar, controlar, esclavizar, etc. Esto está ampliando las diferencias, porque los países que avanzan en cuanto a los derechos ciudadanos se distancian cada vez más de los que declaran hacerlo, pero trabajan en dirección contraria.

Las distancias con los países fundamentalistas musulmanes se agrandan aún más, las mujeres siguen siendo esclavas, pues no tienen libertades de elección, actuación ni decisiones en sus vidas.

El Medio Oriente, África y algunos países de Asia se siguen alejando y distanciando del avance y cambio acelerado del mundo auténticamente democrático occidental. En este último, la distancia entre las dictaduras camufladas en seudo-democracias también marca distancias inadmisibles. Hay sanciones que se imponen a los países que violan los derechos humanos, que atentan contra la paz mundial, que desarrollan armas nucleares o que destruyen la naturaleza, etc.

Estas sanciones no sé cómo ni quienes las aplican, porque hay dramáticos casos en América Latina, como el de Venezuela, donde se violan todas las normas de derechos humanos y democracia y no sucede nada, ni en Venezuela ni en los países que la emulan.

Se llegan a acuerdos con Cuba, donde sucede lo mismo, no hay libertades pero nada se hace en este tema.

Por ello los cambios en los países de un signo positivo, se alejan cada vez más de los de signo negativo en todo el planeta, lo que nos lleva a concluir con que los cambios se están dando por variados intereses ajenos a los derechos humanos, la libertad, la democracia y la justicia. Asi pues los únicos cambios acelerados son los de las tecnologías y algunos avances materiales, esto no en todos los países del planeta.

Lo expuesto en el pensamiento de Alexis Carrel que encabeza esta reflexión “…. El hombre es cambio y permanencia”, refleja esta situación.

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