El Islam, la guerra y la paz: reflexiones
Por: Joseph Garzozi Buchdid - Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
En estos días de guerra, de incomprensión, fanatismo violencia, es más importante que nunca tratar de comprender al enemigo y su mundo musulmán.
Para ello, es preciso ponerse en el lugar de un musulmán y mirar el mundo desde su punto de vista, es decir, aplicar la ciencia de la empatía. Cuando Gran Bretaña, hace un siglo, tenía serios problemas en Sudán y en Egipto, al Primer Ministro Gladstone se le ocurrió que la única forma de llegar a conocer al pueblo y la fe que estaba contendiendo, era estudiar el libro sagrado del Islamismo, el Corán. Así lo hizo y al menos comprendió el mundo musulmán desde un punto de vista adecuado.
La palabra Islam tiene diferentes significados entre los musulmanes, significa “sumisión a Alá”, un musulmán es “aquel que se somete”. Según las clases sociales: educación, inclinaciones políticas y medio cultural, los conceptos de esta fe son diferentes. Como otras religiones ha sufrido divisiones. Las dos ramas principales son: la de los sunnitas y la de los chiitas, división producida al tratar de decidir quién sucedería a Mahoma. La principal, con un 90%, es la sunnita con cuatro escuelas de interpretación. En Irak e Irán, Yemen y Omán viven las mayorías chiitas. Estos últimos tienen múltiples sectas y sub sectas, algunas de las cuales consideran como heréticos a los musulmanes sunnitas.
Por todo ello, durante siglos la búsqueda de la unión del Islam ha sido un sueño no realizado por falta de dirección eficiente. La desunión y la división han sido la regla general. No se puede generalizar y hablar de Islam como si fuera un solo bloque.
No obstante, todos los musulmanes tienen en común ciertas creencias y conceptos básicos, siendo el más importante y fundamental el credo de una frase llamada el “Shahadah”, “No hay otro Dios sino Alá y Mahoma es su mensajero”. Recitar solemnemente esta confesión de fe es lo único que se requiere para convertirse en musulmán. Los musulmanes consideran los 114 suras o capítulos del Corán como la palabra misma de Dios, que fueron reveladas en el año 610 por el Arcángel Gabriel a Mahoma y corrige los “errores” en los que han caído el cristianismo y el judaísmo. (Revista La Pura Verdad.)
Mahoma aseguró que judíos y cristianos adoran a Alá pero con nombre diferente. El Corán reconoce a Adán, Abraham, Moisés, Jesús como profetas auténticos por medio de quienes Dios habló.
Los musulmanes miran a Mahoma como el más grande y al último (o “sello”) de los profetas, niegan la divinidad de Jesús al igual que su crucifixión y resurrección. A pesar de la posición elevada que le confieren a Mahoma no lo veneran y se sienten ofendidos cuando los llaman “mahometanos” pues perciben que la palabra implica que adoran a Mahoma.
Fuera del Corán, la mayoría de los musulmanes también tienen en cuenta la “sunna” y los “hadices”, tradiciones de lo que hizo Mahoma y de lo que éste dijo. En comparación con otras religiones, el islamismo no está muy organizado. No hay jerarquía o autoridad oficial, no hay el equivalente a un Papa o Cardenales, ni una sede mundial como el Vaticano, que es lo mismo que la Meca. Los Ulemas, Mullahs o Ayatollahs son los sabios e instructores islámicos que más se asemejan a un clero.
El islamismo constituye una manera de vivir. Por ello, para los occidentales que viven su religión, máximo una hora a la semana en la misa o rito dominical, no pueden entender la naturaleza de la fe islámica, con su oración diaria mirando en dirección a la Meca, la cual penetra en todos los aspectos de la vida de sus seguidores. En cambio los occidentales en una gran mayoría, abandonaron hace tiempo el empeño de vivir lo que profesan.
La unión iglesia - estado es mucho más que observancia ritual. El Corán establece patrones para una amplia gama de relaciones personales, sociales, económicas, políticas y leyes civiles y penales.
En muchos países del mundo islámico no se conoce la separación entre Iglesia y Estado. No se hace distinción entre “lo que es de Dios y lo que es de Cesar”. Las diferencias entre los gobiernos islámicos son muy variadas, van desde las dictaduras y las que aspiran la democracia, las que la tienen, la religiosa de Irán a las monarquías semi-feudales y democracias parlamentarias. Pero en todas ellas no se pone en duda la unión o influencia entre Gobierno y religión. El occidente cristiano superó estos males en siglos pasados.
Los musulmanes están empeñados en la misión monumental de asir la historia y hacer de ella lo que debería ser. Ello explica el continuo protagonismo político. Ellos quieren hacer la historia.
En política, cuando se trata de la filosofía y del sistema comunista o socialista ateo los estados islámicos detestan el ateísmo.
Los musulmanes ven con asombro la “aceptación” que existe en los países occidentales con respecto a la pornografía, el alcohol, la homosexualidad, las drogas, las relaciones sexuales ilícitas, la música degenerada, el crimen en continuo aumento, y se preguntan por ello ¿si estas son las sociedades occidentales y cristianas que se puede esperar de ellas? Muchos musulmanes no entienden a la mayoría de los cristianos occidentales que profesan una fe que no practican, por ello algunos nos consideran paganos.
Un funcionario egipcio refiriéndose a la modernización expresó: “El Islam no está en contra de la modernización. Empero, cuando la modernización tiene como objetivo satisfacer únicamente necesidades materiales, dejando de lado al aspecto moral, siempre termina rompiendo la estructura de la sociedad”.
Este brevísimo resumen de lo que es el mundo islámico nos dice: que no es único ni monolítico, que les gusta luchar por sus creencias y destino, y tratar de imponerlas en todo el mundo, por ello siempre surgirá una y otra vez un líder, que con su propia interpretación del islam, buscará aglutinarlos y dirigirlos, que su cultura, su fe y tradiciones son tan fuertes y con sus propios valores, que el choque con las nuestras será siempre una constante histórica en el pasado, presente y futuro, que la derrota de Saddam Hussein fue apenas un capítulo del interminable libro de confrontaciones entre Occidente y el mundo islámico.
Mañana tendremos otro nombre y líder o grupos terroristas que reivindicarán los derechos a ser diferentes, a vivir con otra cultura y religión, y que lucharán por una solución para el problema palestino – israelí, pues de lo contrario, nunca habrá paz. Seguimos viendo con horror los enfrentamientos religiosos y las muertes en África y otros continentes, por confrontaciones religiosas, actos terroristas; esto es inadmisibles y debería la comunidad mundial, por medio de sus diversas organizaciones implementar medidas de sanciones y acciones en los países que ocurren estos hechos en pleno siglo XXI.
¿Occidente y el mundo Islámico cometen el mismo error consideran que toda la verdad y la justicia están solo de un lado? ¿Cuánta ceguera puede generar los fundamentalismos, el poder y la riqueza? ¿Cuándo buscaremos la paz con la objetividad de saber que la única verdad absoluta está en el Dios único paras tres creencias: cristianismo, islamismo y judaísmo, y no en los actores humanos que nos están llevando al abismo?
Los cambios son posibles, Túnez acaba de probarlo con su moderna constitución: separación iglesia, estado, derechos y respetos a la mujer, libertad de expresión y cultos etc. Este ejemplo debe servir para terminar algunas prácticas islámicas bárbaras contra la mujer principalmente, entre otras. Túnez y su primavera árabe, ya inició el buen camino cosechando los frutos que ojalá otros países le sigan el y avancen en vez de retroceder, como está ocurriendo en algunos.
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