¿Quién era realmente ese pequeño y gran personaje?. Un hombre dispuesto a ayudar a todos sin ninguna condición. Alguien capaz de enfrentar sus propios miedos para socorrer al necesitado; que, sin contar con las condiciones físicas apropiadas, se enfrentaba a los delincuentes; que sin tener un gran sentido de oratoria, consolaba a los angustiados y perdidos; que se volvía niño para acercarse a ellos.

No era rico, no era inteligente; no era guapo, tampoco valiente; ni siquiera contaba con la "astucia" que alardeaba para infundir confianza en los que le pedían auxilio.... pero tenía la sabiduría interior del que da sin esperar nada a cambio. Ese era el fundamento de su felicidad y de su misión de vida.

Y su famosa frase: "¡síganme los buenos"!, seguramente era un llamado a que lo imitáramos en su generoso deseo de AYUDAR. Un llamado a que aprendiéramos a responder con el corazón ante las necesidades ajenas. Y sobre todas las cosas, la lección de seguir con nuestros empeños sin privilegiar el ego, aunque los demás se rían de nosotros.

¿Quién no desearía haber pasado por la vida como un CHAPULÍN COLORADO?

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