Miércoles, 26 Diciembre 2012 00:00

El Dolor I

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¿Qué sería de los seres humanos si no existiera el dolor?   Muchos pensarían que el mundo sería un paraíso.  Yo por el contrario pienso que sería un infierno. El dolor es necesario para que el ser humano conozca sus límites y no se convierta en un monstruo soberbio y hedonista, con pretensiones de sentirse un dios; y al ser todos los humanos iguales en ese sentimiento y la vida, libres del dolor, tendríamos un infierno de dioses soberbios con unos comportamientos que no podemos ni siquiera imaginar.

Hay dolores físicos y emocionales.  Los físicos nos recuerdan cada día los límites de nuestro cuerpo, evitando que nos sintamos superhombres o “Superman”, para graficar con este personaje de ficción, lo que significaría nuestra forma de vida.

Los dolores de las emociones son los dolores del alma y de la mente; y estos pueden ser aún más fuertes y de mayor duración que los físicos.  La pérdida de un ser querido puede acompañarnos por largo tiempo y, al contrario de los dolores físicos, no se controlan fácilmente con medicamentos.

La naturaleza y su creador Dios (para los creyentes) incluye, en sus leyes para mantener los equilibrios, el dolor como un mecanismo necesario para controlar la balanza de la vida de los seres humanos.

Así en varios aspectos de nuestra realidad existen: la luz y la oscuridad, la riqueza y la pobreza, la buena salud y las enfermedades,  los polos positivos y negativos y otros, en tantos campos y aspectos de nuestra realidad.

Los médicos, los laboratorios farmacéuticos y las nuevas tecnologías y sus equipos desarrollan cantidad de productos para eliminar o minimizar el dolor en nuestro cuerpo, pero en cada avance y mejoría surgen nuevos desafíos, porque el dolor del alma que afecta nuestros sentimientos y mente, afecta también nuestro cuerpo.

Quienes buscan en las drogas evitar el dolor del cuerpo y el alma terminan destruyendo sus cuerpos y matando sus almas.

La vida sin dolor es como vivir con luz las 24 horas del día sin tener noches, terminaríamos agotados, porque tal como somos, necesitamos también la oscuridad.

En la vida el dolor es la oscuridad que nos frena, nos limita y condiciona.

El miedo al dolor en todos los campos modera nuestros comportamientos, limita nuestra soberbia y prepotencia y nos mantiene en ese punto de equilibrio que regula nuestro comportamiento y nos recuerda todos los días los límites de nuestro ser y hacer, y nuestra condición de humanos.

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