Comenzaremos con China, gigante mundial en muchos campos y en errores de la misma dimensión. Así decidió que por orden del gobierno, los ciudadanos chinos podrían tener un solo hijo. Esta aberrante decisión causó millones de muertos de niñas que fueron sacrificadas por sus propios padres que querían un hijo varón y con ello, obedeciendo a su gobierno y la ley, crearon un desequilibrio en la sociedad, ya que no había suficientes mujeres para contraer matrimonio, creando otro infame negocio con la compraventa de mujeres de los países limítrofes, para tener esposas.

Conscientes del error, cambiaron la ley autorizando dos hijos, pero la mortandad siguió, pues muchas familias condicionadas por sus tradiciones y culturas y por no correr ningún riesgo, si el primer hijo de los dos autorizados, no era varón lo sacrificaban.

Este es el primer ejemplo de la soberbia del hombre que pretende controlar las leyes de la vida y la naturaleza.
Siguiendo con esos criterios de control de la natalidad, se sigue cometiendo barbaridades enmarcadas en el nuevo orden mundial y su prioritario empeño de controlar la natalidad, con cualquier método a cualquier precio.

Así, hay quienes afirman que el corona virus fue creado en laboratorio con esta finalidad. No puedo confirmar esta información.

Siguiendo con los actos soberbios y la codicia humana, vemos como destruyen selvas, bosques, contaminan ríos y fuentes de agua para enormes monocultivos, afectando y contaminando el planeta y anulando los hábitats naturales de muchas especies animales, que la soberbia humana, no tiene conocimiento de las consecuencias planetarias de estas acciones.

La contaminación de mares, ríos y tierras, no solo ocasiona el cambio climático, también mueren muchos animales, plantas y seres humanos que no alcanzamos a cuantificar los daños.

Si sumamos a esto los incendios y las afectaciones por inundaciones, sequias, terremotos, volcanes en erupción, variación del nivel de nuestros mares y un largo etcétera, podríamos afirmar que la soberbia y codicia humana, y su pretensión de creerse Dios con poder para violar las leyes de la naturaleza, demuestran nuestra torpeza y ceguera.

No somos dioses y mientas más aprendemos y conocemos deberíamos ser más humildes y respetar las leyes de la naturaleza y la vida y entender que más saber nos enseña lo mucho que debemos aprender y no ensoberbecernos.

Concluyo con este pensamiento de un autor anónimo:

“La soberbia mata cualquier talento”.

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